viernes, 27 de abril de 2007

NUESTRO MANIFIESTO


Nos declaramos irrestrictos enemigos de los postmodernos teóricos que son socialdemócratas en la práctica, y en igual medida, de los socialdemócratas que son postmodernos tecnocratizados.
Negamos la actual sociedad de consumo y sostenemos que el sistema capitalista no hace otra cosa que prostituir a los hombres y reducirlos a la calidad de meras mercancías productivas. Negamos la sustitución ideologizada del concepto de imperialismo por el de globalización, el cual quiere encubrir el saqueo que se produce en los países dependientes por medio del monopolio y el capital financiero. Así como el sistema esclavista fue reemplazado por el de antigüedad, así como el régimen feudal se enmascaró en la llamada edad media, hoy nos pretenden hacer creer que la interconexión de los mercados no posee centro alguno y que vivimos una era global; esto no es cierto. El fenómeno de la inmigración, la deuda externa, la homogenización cultural y el desequilibrio militar, son sólo algunos de los muchos signos que nos confirman que el capital se concentra en unos cuantos países y que el resto no hace más que entregar mano de obra barata y materias primas para sustentar el refinado y vacío modo de vida de los habitantes del llamado “primer mundo”.
Pero negamos para afirmar. Asumimos la herencia de los comuneros de París, de la revolución bolchevique, la revolución china, los movimientos de liberación nacional, del movimiento obrero y los muchos luchadores proletarios que han bregado por la construcción de una sociedad sin clases.
Negamos la negación de nuestras vidas y afirmamos la causa revolucionaria.
Sabemos que cuando la teoría prende en las masas se convierte en poder de los pueblos para derrotar el poder que los oprime. Despreciamos en igual medida el eclecticismo de universidad y el activismo reactivo falto de contenido.
Hoy, la organización proletaria se halla en una etapa germinal; creemos que un paso necesario es la conformación de brigadas territoriales que en unidad de clase se perspectiven para la construcción de un verdadero partido revolucionario, sabemos que la forma de organización máxima es el Partido y que sin Partido no habrá revolución. Debe ser un nuevo Partido, pues los existentes no representan ni representarán a nuestra clase, ya que se encuentran demasiado ocupados en sus disputas electoralistas.
La creciente lumpenización de la burguesía no hace más que manifestar el proceso de putrefacción de su ideología; ya nada tienen que aportar y de ahí que sus producciones culturales no vayan más allá del sinsentido y la chabacanería. Los actuales patrones culturales no ofrecen otra cosa que vociferadores del Fútbol y expertos del espectáculo.
Tampoco la prensa se escapa de esta putrefacción; porque los agentes de información, determinados por el carácter monopólico de los medios, se ven obligados a producir la mercancía que le encargan sus patrones: ficciones y más ficciones. Y es que la prensa ha venido a incorporar una nueva narrativa para introducir su producto en la competencia mercantil; el “sensacionalismo mágico” es el que predomina a la hora de caracterizar a estos medios.
Si el miedo a la llamada “externa pobreza” se ha impuesto sobre la dignidad de la vida; sólo es un verdadero proletario aquél capaz de mirar cara a cara esa sombra para organizar el entierro de sus enterradores; las transnacionales, los gobiernos marionetas y los políticos embaucadores.
Entendemos que esto es una tarea teórica que se manifieste como necesidad y voluntad política y en igual medida una realidad política que necesita de herramientas teóricas. Porque la política no se circunscribe a una técnica del poder, ni es una profesión remunerada. Eso es lo que ha hecho creer el discurso hegemónico pero nuestra práctica lo desmiente. La política proletaria es un ámbito de creación permanente en donde los agentes de producción se autorepresentan mediante organizaciones que crecen “desde abajo” para oponerse a los actuales representantes que se hacen llamar políticos, pero que en realidad son tecnócratas.
Si el sistema capitalista se nos presenta como un enorme arsenal de mercancías, la sumisión es la forma básica de su subsistencia; neguemos nuestra sumisión para afirmar nuestra vida y reivindicar nuestro derecho a negar la dominación.




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